domingo, 15 de julio de 2012

La primera Misión


EVANGELIO
Marcos 6, 7-13

7Jesús recorría todos los pueblos de los alrededores enseñando.
Convocó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. 8Les prohibió coger nada para el camino, sólo un bastón: ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja; 9llevar sandalias, sí, pero no ponerse dos túnicas. 10Además les dijo:
-Cuando en algún sitió os alojéis en una casa, que­daos en ella hasta que os vayáis del lugar. 11Y si un lugar no os acoge ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de las suelas, como prueba contra ellos.
12Ellos se marcharon y se pusieron a predicar que se enmendaran; 13expulsaban muchos demonios y, además, aplicaban unturas de aceite a muchos enfermos y los curaban.

Convocó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les prohibió coger nada para el camino, sólo un bastón: ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja; llevar sandalias sí, pero no ponerse dos túnicas.

REFLEXIÓN
Después de que estuvieran una buena temporada con él, Jesús envió a los Doce, por primera vez, a predicar. No se trata de un envío definitivo; todavía no van a anunciar la Buena Noticia: sólo predican la necesidad de enmendarse, de cambiar de vida, para poder recibir, con fruto, el anuncio del evangelio. Pero al enviarlos, Jesús les da unas instrucciones que también serán válidas en el futuro, cuando la misión sea definitiva.
La iniciativa es de Jesús, como lo fue de Dios en el caso del profeta Amós: ir por el mundo diciéndole a la gente que hay que cambiar de manera de vivir, denunciando abusos e injusticias que impiden la fraternidad, es una tarea difícil y, para decidirse a emprenderla, es necesario un empujón, una llamada, una invitación a abandonar el cómodo conformismo o el egoísmo insolidario.
Los envía de dos en dos: el proyecto de Jesús no es cosa de piedad individual, sino un proyecto para organizar la con­vivencia; dar a conocer ese proyecto tampoco es asunto de uno solo; aunque alguno sienta una particular inclinación o esté especialmente dotado para algún aspecto de la misma, la misión es responsabilidad de toda la comunidad, es un asunto comunitario.
Para que puedan realizar su tarea, Jesús les da autoridad sobre los espíritus inmundos: los capacita para liberar a los hombres de todas las ideologías, especialmente las religiosas, que esclavizan al hombre, convir­tiéndolo en un fanático, incapaz de aceptar, por tanto, un proyecto de libertad.
La riqueza debe estar ausente de la misión: primero por­que su eficacia depende sólo de Dios y de la libre aceptación del mensaje por los hombres: no será el derroche de medios económicos lo que haga eficaz el anuncio del evangelio. Les deberá bastar con lo más imprescindible: un bastón y el cal­zado necesario para caminar. Y, además, los signos externos de riqueza («dos túnicas») son incompatibles con la misión de quienes se han de presentar como seguidores de quien anuncia libertad, justicia e igualdad para toda la humanidad.


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